Un día orante
«El día al día comunica el mensaje, la noche a la noche le pasa la noticia» (Sal 19, 3). Dios nos habla a cada hora y nos invita a conversar con Él y a ofrecerle todo lo que vivimos. Esto es hacer del día y de la noche una oración constante.
Al amanecer, levantamos la mirada con el corazón despierto (cf. Sal 57,9), atentos al Señor que viene a nuestro encuentro en lo cotidiano, en toda circunstancia, en medio de los afanes de esta vida (cf. Mt 6, 34).
Agradecemos el don de un nuevo día y ofrecemos al Señor nuestras obras.
Dedicamos algunos minutos específicos a la oración para recordarnos que son oración todos los minutos del día. La meditación, el saludo a la Virgen, el rosario, la visita a la Eucaristía y la comunión espiritual son ocasión para recuperar y prolongar la vida orante en medio del mundo.
El declinar del día recuerda al atardecer de la vida y marca su propio final. Es momento de hacer balance, dar gracias a Dios y poner en manos de su misericordia todo lo vivido (cf. Sal 32). A eso dedicamos las oraciones de la noche.
El sueño y la vigilia, el trabajo y el ocio, los amigos y la familia… todo es de Dios, ocasión para reconocer su presencia, proclamarla y vivir en el Reino.
- Al levantarse
- Ofrecimiento de obras
- Meditación
- Saludo a la Santísima Virgen
- Rosario
- Visita a la Eucaristía y comunión espiritual
- Oraciones de la noche
Al levantarse
Pedir la presencia de Dios recién levantados por la mañana ayuda marcar el tono del día y el sentido de la vida. Levantarse es volver a nacer, vivir con un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Es un momento para elevar la mente y el corazón al Señor y pedirle que baje a nuestra vida, la toque y despierte.
Invocación
¡Cristo, rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
A continuación, rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y realizamos lo siguiente
Petición inicial
Señor y Padre mío, inspira mis pensamientos, palabras y acciones, y acompáñalos con tu ayuda, para que todas mis actividades comiencen y terminen según tu voluntad y por amor a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Ofrecimiento de obras
Ofrecer nuestras obras es signo de ofrecer nuestra vida. Se trata de llegar a ser nosotros ofrenda. Te proponemos tres oraciones vocales a Dios y una a María Santísima. Se inician haciendo la señal de la cruz para ponernos en presencia del Señor. Tal vez te ayude incorporar alguna oración personal. Puedes sustituir las oraciones del ofrecimiento por las Laudes de la liturgia de las horas. En todo caso, te animamos a mantener siempre la Oración a Jesucristo, común a todos los miembros del Regnum Christi.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración al Padre
Creo en ti, Dios mío porque eres la verdad misma. Espero en ti, porque eres la misericordia infinita. Te amo sobre todas las cosas porque eres infinitamente amable y porque a ti solo debo amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas (cf. Dt 6, 5). Te doy gracias, Padre, por haberme concedido un nuevo día para darte gloria y hacer presente tu reino.
Amén.
Oración a Jesucristo
Señor Jesús:
Te entrego mis manos para hacer tu trabajo. Te entrego mis pies para seguir tu camino.
Te entrego mis ojos para ver como tú ves.
Te entrego mi lengua para hablar tus palabras. Te entrego mi mente para que tú pienses en mí. Te entrego mi espíritu para que tú ores en mí.
Sobre todo, te entrego mi corazón para que en mí ames a tu Padre y a todos los hombres.
Te entrego todo mi ser para que crezcas tú en mí, para que seas tú, Cristo, quien viva, trabaje y ore en mí. Amén.
Oración al Espíritu Santo
Espíritu Santo, dulce huésped y consolador de mi alma, guía y artífice de nuestra transformación en Cristo: ilumina mi entendimiento para conocer tu voluntad; inflama mi corazón para amarla con pasión y concédeme la fortaleza necesaria para cumplirla como tú me pides. Dame, Espíritu de amor, la gracia de corresponder fielmente a tus santas inspiraciones.
Oración a la Santísima Virgen
Madre mía, vengo ante ti en este nuevo día a consagrarte todos mis pensamientos, palabras y obras y a pedirte tu bendición para mí, mis seres queridos y todas las personas que has puesto en mi camino. Concédeme un corazón de apóstol del Reino e imitar la vida de oración, de obediencia, de humildad, de fidelidad, de sacrificio y de sencillez que compartiste con tu Hijo, nuestro hermano y Señor. Dile a Jesús, oh, Madre, que quiero servirle en el Regnum Christi para hacer presente su Reino entre los hombres.
Examen de previsión
Tengamos unos minutos de reflexión en la presencia de Dios para revisar la agenda, ofrecerle nuestras actividades y renovar el pro pósito de vivir en Cristo todo el día.
Meditación
La meditación u «oración mental» facilita un diálogo íntimo y personal con Dios. Como Jesús, necesitamos orar, hablar con nuestro Padre y escucharle. Hacerlo como hijos en el Hijo, con el Espíritu Santo que viene en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos orar como conviene (cf. Rom 8, 26).
La Palabra de Dios debe hacerse presente en nuestra oración, ya sea como tema de meditación o en los coloquios con el Señor. Pensemos en cómo oraban los discípulos de Emaús y cómo ardía su corazón al escuchar al Señor: cómo Jesús les llevó a reflexionar sobre sus preocupaciones y a encontrar en las Escrituras la clave de interpretación para sus vidas (cf. Lc 24, 13-35).
No basta reflexionar y contemplar. La meditación es un diálogo atento y amoroso con Dios. Por ello, es necesario aprender a escuchar a Dios en el silencio del alma y explayarse con Él en un coloquio lleno de fe y amor, para entrar en un contacto personal con Él. Es en este momento cuando, bajo la luz y la fuerza del Espíritu Santo, la propia voluntad se conforma con la voluntad de Dios y surgen las decisiones que orientan nuestra vida.
La oración se inicia con la señal de la cruz y una invocación al Espíritu Santo; continúa con actos preparatorios para ayudarnos a entrar en sinergia con Dios, a tener los mismos sentimientos de Jesús orante. Al terminar la oración, agradecemos al Señor haber pasado ese tiempo con Él y los frutos recibidos, siempre mayores que los percibidos. Finalmente, pedimos su gracia para llevar a los demás lo que Él nos ha dado.
+ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Invocación al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu creador. Y renueva la faz de la tierra.
Oh, Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Actos introductorios de fe, esperanza y caridad
Estos actos se hacen en diálogo directo con Dios de manera breve y espontánea, sin necesidad de recurrir a fórmulas escritas. Nos introducen en la oración por ser, ellos mismos, contenido esencial de la oración, que consiste en creer, esperar y amar. Indicamos algunas palabras e imágenes evangélicas que pueden ayudar, aunque cada quien encuentra las suyas y las cambia, según avanza su trato cordial con Dios y su Palabra.
Fe: toma conciencia de que estás en presencia de Dios todo- poderoso, hablando con Él. «Padre nuestro». Puedes recordar el momento en que Jesús dice al incrédulo Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». A lo que Tomás responde, en palabras que expresan su renovada fe: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 27-28).
Esperanza: confía en Dios como tu supremo bien, tu Salvador, de quien esperas confiadamente gracia y ayuda para tu indigencia. «Venga a nosotros tu reino». Puedes recordar el momento en que el hijo pródigo regresa a la casa del padre, y él le recibe con un anticipo de la vida en el Reino: «Traed el mejor traje y vestidle; ponedle un anillo en el dedo y calzadle unas sandalias. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado» (Lc 15, 22-24).
Caridad: toma conciencia de que Dios es tu Padre y tú, su hijo amado. Dirígete a Él como un hijo a su padre y escúchale.
«Hágase tu voluntad. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Puedes recordar los momentos de convivencia fraterna entre Jesús y sus discípulos; o Betania, en la casa de Lázaro; o el momento supremo de su entrega hasta el extremo, con María y Juan, al pie de la Cruz.
Pide ayuda a Cristo y a María para hacer provechosamente la meditación.
Al terminar la meditación da gracias a Dios. Puedes usar la oración conclusiva.
Saludo a la Santísima Virgen
María nos acompaña todo el día con una presencia silenciosa de madre. A ella dirigimos nuestra oración en algunos momentos del día, particularmente mediante el rezo del Ángelus o del Regina Cæli y del rosario.
El Ángelus y el Regina Cæli son una pequeña liturgia de las horas que la Iglesia recomienda a quienes no cuentan con tiempo para interrumpir sus actividades. Durante unos pocos minutos, por lo general a las doce del mediodía, recordamos con María algunos misterios de la vida de Cristo.
Ángelus
El Ángelus se reza todo el año, excepto en el tiempo pascual.
El ángel del Señor anunció a María. Y concibió del Espíritu Santo.
Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, aho-ra y en la hora de nuestra muerte. Amén.
He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Dios te salve, María…
Y el Verbo se hizo carne. Y habitó entre nosotros. Dios te salve, María…
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos
Te pedimos, Señor, que infundas tu gracia en nuestras mentes, para que los que hemos conocido por el mensaje del ángel el misterio de la encarnación de tu Hijo, seamos conducidos a la gloria de la resurrección, por los méritos de su cruz y pasión. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Tres veces).
Regina Cæli
El Regina Cæli se reza en el tiempo pascual: desde el domingo de pascua hasta mediodía del sábado de Pentecostés.
Alégrate Reina del cielo, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar en tu seno, aleluya. Ha resucitado como lo predijo, aleluya.
Intercede por nosotros ante Dios, aleluya. Gózate y alégrate, María Virgen, aleluya.
Porque en verdad el Señor ha resucitado, aleluya. Oremos:
Oh, Dios, que has llenado de alegría al mundo con la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, concédenos por la intercesión de su madre la Virgen María, el llegar a poseer la dicha de la vida inmortal. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Tres veces).
Oración al Ángel de la guarda
En el Regnum Christi acostumbramos a encomendarnos al Ángel de la guarda al final del rezo del Ángelus o del Regina Cæli.
Ángel del Señor, que eres mi custodio: puesto que la providencia soberana me encomendó a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día.
Amén.
Rosario
El rezo del rosario es una oración típicamente meditativa. Iniciado en el Occidente cristiano, se corresponde de algún modo con la oración del corazón o la oración de Jesús, típica del Oriente cristiano. El Regnum Christi invita a rezar al menos un misterio del rosario todos los días, ya sea en grupo o en privado.
El rosario es un momento para que María se haga presente en nuestra vida, dándonos consuelo, ejemplo e intercesión. Esta oración trae la paz al alma, infunde fe y renueva la confianza.
Sobre la recitación del Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria se recorren los misterios de la vida, muerte, pasión y resurrección de Cristo, vistos con los ojos de la Virgen. De esta manera dejamos que sea la Madre de Dios quien nos forme en los sentimientos del Corazón de su Hijo. Al rezar el rosario es posible que tengamos distracciones; baste retomar la oración confiados y tratar de recuperar su sentido, recordando los misterios que celebramos y a las personas por quienes pedimos.
Rosario en grupo
Cuando se reza el rosario en grupo, lo inicia el guía, quien enuncia cada uno de los misterios y la intención general; cinco de los participantes pueden presentar las intenciones por las que el grupo quiere ofrecer cada uno de los misterios.
Guía: + En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Guía: Señor mío, Jesucristo,
Participantes: Dios y hombre verdadero, creador y redentor mío, por ser tú quien eres, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido. Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo. Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados. Confío que en tu bondad y misericordia infinitamente los perdonarás y me darás la gracia para no volver a ofenderte. Amén.
Guía: Ofreceremos el rosario por…
Después de cada pasaje bíblico, alguno de los participantes puede decir la intención particular.
Misterios de gozo (lunes y sábado)
Guía: Los misterios del rosario que hoy vamos a contemplar son los gozosos.
Guía: Primer misterio: La encarnación del Hijo de Dios.
Lector: «Entonces María dijo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
Guía: Segundo misterio: La visitación de nuestra Señora a su prima santa Isabel.
Lector: «Y María, entrando en casa de Zacarías, saludó a Isabel» (Lc 1, 40).
Guía: Tercer misterio: El nacimiento del Hijo de Dios.
Lector: «Y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lc 2, 7).
Guía: Cuarto misterio: La presentación de Jesús en el templo.
Lector: «María y José llevaron a Jesús a Jerusalén para presen tarloal Señor» (Lc 2, 22).
Guía: Quinto misterio: El niño Jesús perdido y hallado en el templo.
Lector: «Después de tres días lo encontraron en el templo, senta do en medio de los doctores» (Lc 2, 46).
Misterios de luz (jueves)
Guía: Los misterios del rosario que hoy vamos a contemplar son los luminosos.
Guía: Primer misterio: El bautismo de Jesús en el Jordán.
Lector: «Y vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3, 17).
Guía: Segundo misterio: La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná.
Lector: «En Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifes tó su gloria y creció la fe de sus discípulos en Él» (Jn 2, 11).
Guía: Tercer misterio: El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión.
Lector: «Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed en el Evangelio”» (Mc 1, 15).
Guía: Cuarto misterio: La transfiguración.
Lector: «Mientras oraba se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (Lc 9, 29; Mt 17, 2).
Guía: Quinto misterio: La institución de la Eucaristía.
Lector: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 51).
Misterios de dolor (martes y viernes)
Guía: Los misterios del rosario que hoy vamos a contemplar son los de dolor.
Guía: Primer misterio: La oración de Jesús en el huerto.
Lector: «Y sumido en agonía, insistía más en su oración» (Lc 22, 44).
Guía: Segundo misterio: La flagelación del Señor.
Lector: «Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó azotarle» (Jn 19, 1).
Guía: Tercer misterio: La coronación de espinas.
Lector: «Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza» (Jn 9, 2).
Guía: Cuarto misterio: Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario.
Lector: «Y Jesús, cargando su cruz, salió hacia el lugar llamado
Calvario» (Jn 19, 17).
Guía: Quinto misterio: La crucifixión y muerte de nuestro Señor.
Lector: «Lo crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y
Jesús en medio» (Jn 19, 18).
Misterios de gloria (miércoles y domingos)
Guía: Los misterios del rosario que hoy vamos a contemplar son los gloriosos.
Guía: Primer misterio: La resurrección del Hijo de Dios.
Lector: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado» (Lc 24, 5-6).
Guía: Segundo misterio: La ascensión del Señor a los cielos.
Lector: «Mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo» (Lc 24, 51).
Guía: Tercer misterio: La venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
Lector: «Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que
se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo» (Hch 2, 3-4).
Guía: Cuarto misterio: La asunción de Nuestra Señora a los cielos.
Lector: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45).
Guía: Quinto misterio: La coronación de María como Reina y
Señora de todo lo creado.
Lector: «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1).
Terminado el quinto misterio se reza un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria por las intenciones del papa.
Al finalizar estas oraciones se reza la Salve y las letanías lauretanas a la Santísima Virgen.
Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh, clemente; oh, piadosa; oh, dulce Virgen María!
Letanías lauretanas a la Santísima Virgen María
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial.
Ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios.
Santa María.
Ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios.
Santa Virgen de las vírgenes.
Madre de Cristo.
Madre de la Iglesia.
Madre de misericordia.
Madre de la divina gracia.
Madre de la esperanza.
Madre purísima.
Madre castísima.
Madre virginal.
Madre inmaculada.
Madre amable.
Madre admirable.
Madre del buen consejo.
Madre del Creador.
Madre del Salvador.
Madre del Regnum Christi.
Virgen prudentísima.
Virgen digna de veneración.
Virgen digna de alabanza.
Virgen poderosa.
Virgen clemente.
Virgen fiel.
Espejo de justicia.
Trono de sabiduría.
Causa de nuestra alegría.
Vaso espiritual.
Vaso digno de honor.
Vaso insigne de devoción.
Rosa mística.
Torre de David.
Torre de marfil.
Casa de oro.
Arca de la alianza.
Puerta del cielo.
Estrella de la mañana.
Salud de los enfermos.
Refugio de los pecadores.
Consuelo de los migrantes.
Consuelo de los afligidos.
Auxilio de los cristianos.
Reina de los ángeles.
Reina de los patriarcas.
Reina de los profetas.
Reina de los apóstoles.
Reina de los mártires.
Reina de los confesores.
Reina de las vírgenes.
Reina de todos los santos.
Reina concebida sin pecado original.
Reina elevada al cielo.
Reina del santísimo rosario.
Reina de la familia.
Reina de la paz.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Ten piedad de nosotros.
Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos:
Oh, Dios, cuyo Hijo Unigénito nos alcanzó el premio de la salvación eterna con su vida, muerte y resurrección; te pedimos nos concedas que al venerar los misterios del rosario de la bienaventurada Virgen María, vivamos sus enseñanzas y alcancemos las promesas que en ellos se contienen. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Rosario en privado
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, creador y redentor mío, por ser tú quien eres, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido.
Quiero y propongo firmemente confesarme a su tiempo.
Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados. Confío que en tu bondad y misericordia infinita, me los perdonarás y me darás la gracia para no volver a ofenderte. Amén.
A continuación se enuncia cada uno de los misterios para la contemplación y se formula alguna intención personal. En cada misterio se reza un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Misterios de gozo (lunes y sábado)
- La encarnación del Hijo de Dios.
- La visitación de nuestra Señora a su prima santa Isabel.
- El nacimiento del Hijo de Dios.
- La presentación de Jesús en el templo.
- El niño Jesús perdido y hallado en el templo.
Misterios de dolor (martes y viernes)
- La oración de Jesús en el huerto.
- La flagelación del Señor.
- La coronación de espinas.
- Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario.
- La crucifixión y muerte de nuestro Señor.
Misterios de gloria (miércoles y domingo)
- La resurrección del Hijo de Dios.
- La ascensión del Señor a los cielos.
- La venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
- La asunción de Nuestra Señora a los cielos.
- La coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado.
Misterios de luz (jueves)
- El bautismo de Jesús en el Jordán.
- La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná.
- El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión.
- La transfiguración.
- La institución de la Eucaristía.
Terminado el quinto misterio se reza un Padrenuestro, tres Ave- marías y un Gloria por las intenciones del papa.
Al finalizar estas oraciones se reza la Salve.
Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh, clemente; oh, piadosa; oh, dulce Virgen María!
Visita a la Eucaristía y comunión espiritual
Es bueno acompañar a Cristo Eucaristía y dialogar espontánea- mente con Él. Es tradición en el Regnum Christi, al visitar un lugar con capilla, hacer una visita eucarística.
Cuando no es posible visitar a Jesucristo presente en la Eucaristía, se puede hacer una comunión espiritual recitando esta fórmula u otra semejante:
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma; pero, no pudiendo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a ti: no permitas que me separe de ti. Amén.
Oraciones de la noche
El término del día es ocasión para una mirada compartida con Dios de lo que se ha vivido, reconociendo su acción en nosotros y en las circunstancias y acontecimientos del día. ¿Dónde le hemos respondido con generosidad? ¿Dónde hemos fallado en nuestra colaboración? Así como la jornada es imagen de la vida, la noche es imagen del encuentro definitivo con el Señor de la misericordia.
Puedes seguir las oraciones que se presentan en este manual o bien rezar las Completas, una parte de la liturgia de las horas que se reza al terminar del día.
Balance
+En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor y Dios mío, que eres todo bondad y misericordia infinita, te doy gracias con todo mi corazón por los innumerables beneficios que me has concedido, muy especialmente por haberme creado, redimido, llamado a la fe católica y elegido para hacer presente el Reino de Cristo entre mis hermanos, por haberme librado de tantos peligros de alma y cuerpo. Dígnate, Señor, iluminar mi entendimiento para que conozca mis culpas y concédeme la gracia de un verdadero dolor y de una sincera enmienda.
Durante unos momentos, repasar la historia de amor de Dios con nosotros: contemplar el bien realizado, descubrir con fe y gratitud la acción de Dios; separarnos interiormente del mal cometido y adherirnos a la voluntad del Padre; pedirle que nos guarde en su corazón y nos incorpore a su Reino; invocar su auxilio para reemprender el camino, confiados en su gracia.
Antífona
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Nunc dimittis
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Conclusión
El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa. Amén.
Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra. Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh, clemente; oh, piadosa; oh, dulce Virgen María!