Dos nuevos novicios legionarios de Cristo | H. Javier: “Espero que Cristo me siga dando fuerzas para afrontar este periodo de profundo discernimiento”
LomásRC
El H. Javier tiene 18 años y es de Castellón. El 4 de marzo, acompañado de un grupo de miembros del Regnum Christi, algunos venidos de Valencia, recibió su hábito legionario de Cristo. Ahora espera que Jesús le “vaya transformando cada día más en Él, sobre todo en la entrega al prójimo, la vida fraterna en común y en el apostolado”.
¿Cómo se siente ahora que ha dado el paso de entrar en el noviciado?
Me siento muy bien, muy contento y con mucho gozo de haber dado un paso más serio en mi vocación. Al ser breve la ceremonia de la entrega de hábito y hemos vuelto rápidamente a la vida ordinaria del noviciado, he bajado de la nube de emoción bastante temprano. No ha habido un gran cambio, ya que llevamos viviendo como novicios el tiempo que he sido postulante, por lo tanto, la alegría, la paz que he sentido en esta etapa previa al noviciado sigue constante y cada vez más plena.
¿Qué espera de Cristo para esta nueva etapa?
Lo que espero de Cristo, mi mejor amigo, es que me siga dando fuerzas para afrontar este periodo de profundo discernimiento, de autoconocimiento, de escrutarse a sí mismo. Además, también espero de Jesucristo que me siga guiando en mi vocación, que me siga dando pistas para que pueda averiguar, como si estuviera en una película de misterio al estilo de Agatha Christie, cuál es mi vocación, más concretamente, si ser legionario de Cristo es lo que Él ha pensado desde el seno materno (cf. Jr 1,5), desde toda la eternidad para mí. Finalmente, espero de Jesús que me vaya transformando cada día más en Él, sobre todo en la entrega al prójimo, la vida fraterna en común y en el apostolado.
¿Y Él de usted?
De momento, no he recibido ningún correo a nombre de Cristo cuyo asunto sea: “Lo que espero de ti”, así que no puedo responder. Fuera de bromas, siento que Cristo me llama a entregarme más en la vida en comunidad, a ser más firme en el apostolado, a aprender a perdonar a los que me ofenden. También espera de mí que viva mejor el silencio para poderle escuchar mejor, y a tener más paciencia con sus tiempos, que no son los nuestros, porque “ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día” (2 Pe 3, 8). La verdad es que es exigente, pero “no hay nada imposible para Dios” (Lc 1,37), si confiamos en Él y nos dejamos transformar por Él.
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