Mercedes Castañera Ribé: Sierva buena y fiel, entra en el gozo de tu Señor
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Mercedes -Sedes, como le llamaban de cariño-, fue una persona con sentido del humor, discreta, serena y austera. Aprendió de su familia el valor del trabajo y del esfuerzo, así como de la autenticidad y búsqueda y amor a la verdad.
Estudiar en el Colegio Americano de Barcelona, y en un colegio del Opus Dei, marcó su mirada hacia apertura y constante inquietud por lo que sucedía en el mundo. Quiso ser traductora intérprete en la ONU y estudió varios idiomas (francés, alemán, inglés, catalán e italiano). Un día, al pasar delante de una iglesia, sintió la invitación del Señor a entrar… ¡y no salió igual! Empezó a crecer en ella la búsqueda del querer de Dios, un deseo de entregarse a Él y a los demás. Expresión de su búsqueda de un seguimiento radical de Cristo fue su paso por el Carmelo, en el que permaneció un año, viendo que no era esté el sitio al que el Señor la llamaba, al poco tiempo, en 1984, se consagró en el Regnum Christi.
Cursó cuatro años de estudios en Roma y su primera asignación apostólica fue en Monterrey (México), en el colegio CECVAC, sitio al que volvió a ser enviada en tres distintos momentos de su vida y que, por lo tanto, ocupó siempre un lugar muy especial en su corazón. Recurrentemente hablaba de las personas que conoció en Monterrey con gran cariño y honda gratitud.
Más tarde dirigió el colegio Rosedal Bosques (Ciudad de México). En 1999 fue destinada a Buenos Aires, (Argentina) como parte de la comunidad fundadora, y para el inicio del Colegio Oakhill. También fue destinada a Chile por dos años.
En 2009, volvió a su ciudad natal para sumarse al cuidado de su madre, a la que acompañaron los hermanos de modo ejemplar. Mercedes disfrutaba profundamente la convivencia con ellos, a quienes siempre estuvo muy unida y de quienes recibía apoyo continuo y cariño incondicional a lo largo de toda su enfermedad.
El 12 de marzo del 2020, tras una caída fortuita, le diagnosticaron cáncer de pulmón con metástasis en los huesos. Empezó a ofrecer esta enfermedad por las personas que el Señor había encomendado a su misión, y luego fue añadiendo todas las intenciones que se le encargaban, ofreciendo cada tratamiento o episodio doloroso por personas concretas que anotaba en una lista.
En la sección de señoras en Barcelona la recuerdan como alguien que escuchaba con mucha atención y ayudaba a aprender a escuchar al Señor. Predicaba charlas y retiros, atendía a varias personas en acompañamiento espiritual. Le costó mucho irlo dejando poco a poco cuando su enfermedad ya no se lo permitía.
Estas mismas señoras, como expresión de gratitud y cariño crearon el chat de WhatsApp “Samaritanas” en el que se ponían a su disposición para apoyarla llevándola a sus citas médicas y demás temas logísticos en los que le podían ayudar, sumándose a su comunidad de consagradas y a sus hermanos, que ya tenían turnos para este mismo fin.
Para Mercedes fue un regalo del todo especial poder participar en la misa casi todos los días gracias al compromiso y generosidad de la comunidad de legionarios de Cristo de Barcelona, quienes se ofrecieron desde octubre para celebrar en un momento en el que a ella le fuese posible asistir. Allí asistieron varias consagradas y laicos del Regnum Christi para poder despedirse personalmente compartiendo ese momento de oración.
Expresó varias veces que estaba tranquila, “muy, muy en paz”, en manos de Dios, consciente de que era una gracia. Repitió en más de una ocasión: “soy muy feliz”, que sentía la presencia de Dios, aunque invisible, no sensible, y que estaba viviendo en la fe. Un día contó a Nancy Nohrden, directora general de las Consagradas, que no era una paz sensible, de sentimientos, sino del fondo del corazón, “como lo que se experimenta al ver un lago, quieto, en silencio, que te invita a la paz porque te llena de paz verlo, y eso es… muy bonito”.
Pasó sus últimos meses atendida continuamente por sus hermanos y su comunidad, no se separó de ella su querida hermana Cecilia. Tras una larga prueba de mucho dolor físico y continuas complicaciones médicas, el Señor le concedió, además de la paz interior, una tregua al dolor y un descanso plácido.
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