Una de las líneas de trabajo de Altius es encargarse en el terreno, en la zona de refugiados de Przemsyl, Polonia, de ayudar a las familias que han huido del país y quieren viajar a España, principalmente a Madrid, donde les recibe de forma personal y les proporciona residencia y manutención, bien en comunidad o en familias de acogida.
Acoger con el mayor cariño a los refugiados
Desde el inicio de los traslados de familias, Altius ha querido acompañar y acoger a todas ellas con el mayor cariño posible dado el estado de vulnerabilidad en el que se encuentran. Para ello, se ha considerado imprescindible contar con personal que facilite el primer contacto y les transmita confianza en su llegada, además de hablar su mismo idioma.
Y así fue como desde Altius pensaron en Svitlana, una antigua usuaria de la Fundación y a la que familiarmente llaman ‘Ana’. Ella tiene 52 años, es de Vinnitsa, Ucrania, y lleva 20 en España: “En Ucrania trabajaba como profesora, pero la mala situación económica de aquella época me obligó a buscar mejores salarios en España”.
Su primer contacto con Altius fue hace un par de años como usuaria, con la pandemia se quedó desempleada y contó con la ayuda de la Fundación en grupos de búsqueda de empleo y apoyo alimentario.
Nos cuenta cómo vivió aquella etapa: “Desde que llegué a España he hecho muchas cosas, supermercados, tiendas… en los últimos años me recomendaron estudiar para trabajar como auxiliar de enfermería y eso es lo que hacía últimamente, con la pandemia cerró el centro de día en el que trabajaba. Fueron tiempos muy difíciles, por primera vez en mi vida tuve que pedir ayuda para alimentos, muy duro porque nunca me había faltado el trabajo”. Desde entonces Ana continuaba en paro.
“En Altius ayudo en todo lo que puedo”
Ana es la persona que ofrece una primera bienvenida a las familias que llegan a Madrid. Ella les puede comprender mejor que nadie, no solo porque hablan el mismo idioma, también en el sentido emocional y se encarga a su vez de otras etapas de la acogida: “Organizo las clases de español que se están empezando a dar en el centro de formación de Altius, hablo con cada una de las personas que solicitan participar y voy viendo otras necesidades. También llegará el momento de ayudar a que puedan trabajar, muchas son personas que están muy preparadas”.
Otra de las acciones en la que Ana es de gran ayuda es en el acompañamiento a las 40 personas que Altius ha acogido en la residencia de Cifuentes, Guadalajara: “Estoy en contacto permanente con las acompañantes que viven allí: el primer día dimos una explicación general de todo, de cómo iba a ser el funcionamiento, su rutina y ahora en todo lo que va surgiendo, cualquier duda en la comunicación porque de las personas que están, solo una chica habla inglés”.
Ana se involucra en su día a día, sabe lo que están acostumbrados a comer, “ya están todos organizados y contentos”, nos dice.
Situación de las personas que están llegando
“Vienen muy traumadas, aunque aliviadas por otro lado por estar fuera de las bombas, han vivido el miedo de una forma u otra. Su mayor preocupación son los niños, es una tranquilidad haberlos sacado de allí y tienen que ser fuertes por sus niños. Los casos son muy diferentes, algunos muy duros, por ejemplo fue muy triste una mujer con su hija de 17 años que llegó enferma y al hacer su revisión en el Zendal se dieron cuenta que tenía cáncer y tuvo que quedar ingresada”.
Ana nos cuenta que, además de su estado emocional, son muy penosas las condiciones físicas y materiales en las que llegan: “Una mujer me contaba que llevaba la misma ropa que había estado usando en 25 días en el refugio en el subsuelo en su ciudad, aun así estaba contenta de haber llegado viva”.
Los niños por suerte, tienen a sus madres y abuelas, eso es la clave, “se encuentran en familia, lo de la frontera sé que es duro, colas largas, frío, ahora están bien al estar con sus madres”
Intenta transmitirles paz y que España es un buen lugar para vivir
“Quiero lo primero que estén tranquilos, les digo que España es un país muy bueno para estar, les cuento que yo llevo aquí tiempo y es un buen sitio, pero no es fácil, tienen allí a sus maridos, hermanos, padres, eso les duele mucho”, nos cuenta.
Casi todas las mujeres, sobre todo las jóvenes, “están muy preparadas, tiene formación universitaria, idiomas, pero aunque quieran trabajar, creo que sería solo para poder mantenerse un tiempo, en el fondo quieren regresar a su país”.
El empleo y facilitar la integración
“Va a ser un tema muy personal en cuanto a la capacidad para afrontar y poder hacerlo, yo lo he vivido de primera mano, estaba en Atocha el 11 M, recuerdo que me costó dos años volver a coger el metro. Puedo imaginarme lo que les está pasando, el miedo que se te queda, eso tarda en recuperarse, habrá casos en los que psicológicamente no va a ser fácil hacer vida normal. Pero es necesario para ellos trabajar”.
Hay casos en que nada más llegar me dicen: “Ana, por favor, yo quiero trabajar, no quieren solo recibir ayuda, recuperar la independencia que tenían. Y es que el pueblo ucraniano es muy trabajador, están deseando hacerlo, estoy segura”.
“Mi siguiente proyecto, lo que me gustaría, es llevar adelante una actividad que permita a los refugiados más jóvenes integrarse mejor, por ejemplo venir a Altius y reunirse con otros jóvenes que les enseñen Madrid, sitios curiosos, hacer alguna excursión, que puedan hacer amigos y sentirse más cómodos en su nueva ciudad”, continua explicando Ana.
La ayuda que están prestando los españoles y el futuro
Ana se emociona al hablar de ello: “Se está haciendo muchísimo, la ayuda que se está proporcionando es muy grande, no hay palabras”.
Cuando se acabe esto “no sé cómo va a ser posible regresar, tengo mucha rabia y pena, pude ir este verano a mi ciudad. ¡Estaba tan bonita! Se acababa de estrenar un aeropuerto, y pensar cómo estará ahora, está todo destrozado. No es de los peores sitios en cuanto a seguridad, recibe refugiados de otras partes del país, con riesgo, pero van allí, no quieren dejar a sus maridos, hijos”.