Juventud Misionera sale una noche al mes a acompañar a los ‘sin techo’ en una iniciativa llamada Cristo de la Calle. Los jóvenes llevan comida y ropa de abrigo, pero sobre todo tiempo y compañía. Mateo nos cuenta que “lo que más me impresiona, es cuando le das un abrazo a alguna de las personas con las que te encuentras, el agradecimiento que te dan y lo mucho que significa para ellos”.

¿Por qué has participado en Cristo de la calle?

Por el deseo de llevar el Amor de Dios que he experimentado a otras personas que tienen sed de Él y aún no lo conocen. Es un momento en el que, al entregarte a los demás, se experimenta una felicidad genuina y auténtica. Estás regalando lo más valioso que tienes, tu tiempo. Más que dinero, más que comida, ellos necesitan sentirse amados, escuchados, y valorados, muchas veces la pobreza más dura es la soledad.

Es ver los ojos de Dios en quien está delante, y es una alegría inmensa sentir que todo aquello que le haces a aquella persona en necesidad, en el fondo también se lo haces a Cristo.

¿Qué es lo que más te ha gustado?

Para mí ha sido un regalazo y una experiencia que ha encendido en mí las ganas de ayudar a otros en el día a día. Pero lo que más me impresiona, es cuando le das un abrazo a alguna de las personas con las que te encuentras, el agradecimiento que te dan y lo mucho que significa para ellos. Es un sentimiento que no se puede describir con las palabras.

Y al final ¿vale la pena?

Vale la pena por lo mucho que te llevas a casa. Después de Cristo de la Calle, me vuelvo sintiendo que he recibido más de lo que he dado. Es una experiencia que, a su vez, ayuda a valorar todo lo que se nos ha regalado y muchas veces damos por sentado.