El Camino de Santiago 2022 lo defino como un ¡WOWWWW! La dinámica fue “Camino al cielo” y aunque no os lo creáis ha sido así.
Han sido días en los que hemos andado, nos hemos cansado, agotado físicamente y, paradójicamente, hemos cargado nuestras baterías de Dios (con amor, felicidad…).
Ha sido un camino de unión familiar, de unión en comunidad, de vivir, caminar… pensando en el otro. Abrazar la cruz con inmenso amor y alegría.
Ha sido maravilloso ver a los niños, a los adolescentes, jugar, reír y sufrir felices. Hemos sido luz y sal allí donde pasábamos.
El abrazo de Dios en la familia
Como madre, he sentido el Amor y el Abrazo de Dios en mi marido y todos mis hijos, que se han sacrificado por mí y por los demás disfrutando.
Además, hemos visto la mano amorosa de Dios todos los días, desde el tiempo, que milagrosamente no llovía prácticamente, e incluso salió el sol frente a un pronóstico de lluvias del 100 por cien, hasta desaparecer ampollas de un día para otro, e incluso en mí misma con un pie destrozado por dos operaciones seguidas y con un año de rehabilitación, no dolerme nada.
Como sabéis mi familia no es pequeña pero después de este camino es un poquito más grande, hemos creado unos lazos con todas las familias maravillosos. Todas han sido un lujazo tenerlas. Mis hijos me repiten varias veces al día: “El año que viene iremos otra vez al camino, ¿verdad?”.
Sal y luz en el Camino
En el camino de vuelta repasábamos qué mejoraríamos y había tres o cuatro detalles que mejorar, pero nada importantes. Por todo ello quería darle las gracias al P. Wagner, por lo bien organizado, por todo su esfuerzo y dedicación. Cómo no, también al P. Sebastián y al P. Ramón que han estado ahí, en todo momento, con todos nosotros, con los peques, los menos peques y los adultos, animando, dando fuerzas. Sin ellos el camino hubiera sido distinto.
Todos hemos probado el amor de Dios, el ser sal y luz.