Juan de Miguel es uno de ellos y ha querido compartir su testimonio con nosotros. Es miembro del Regnum Christi desde 1983 y, aunque es de Santander, creció en Barcelona, donde conoció el ECYD y se incorporó unos años más tarde. Desde hace 14 años vive en Madrid y hasta ahora no se ha separado de esta familia porque siempre ha creído que Dios le ha querido allí. “El centro de nuestra espiritualidad es la vida de oración, de equipo y de apostolado… pero, como a todos, reconozco que me van pesando los años y encuentro muchas excusas para no esforzarme”, ha contado.
Juan decidió acudir al cursillo de Bilbao porque escuchó al Espíritu Santo que le decía con ironía: “Con tu experiencia puedes ayudar a estos de Bilbao porque son poquitos y hay que animarlos”. “Digo con ironía porque nada más llegar me percaté de lo engañado que estaba. El Espíritu Santo estaba haciendo de las suyas”, explica. Para Juan, el resto de participantes le “pasaban por la derecha, la izquierda, un revolcón tras otro”.
“Ganas de contagiar a Cristo”
Durante el encuentro, su corazón comenzó a sentir que este era el movimiento que realmente amaba. “El empuje, la ilusión y las ganas de contagiar a Cristo estaban presentes en mis hermanos. Vaya equipo organizador, vaya entusiasmo y pasión por un ideal que solamente tiene una base: amor a Cristo”, señala. Además, ha reconocido que todo esto lo hacían “con ese desparpajo” que caracteriza a las personas del Norte y ha confesado que tenía “una sana envidia de lo que viven y están haciendo”.
El domingo por la mañana, tras salir a correr cerca de la ría, se dio cuenta de que, cuando saludaba a la gente, apenas le devolvían el saludo con una cara “adusta y de extrañeza”. En cambio, cuando volvió al hotel, vio las sonrisas e ilusión de los participantes y percibió que están llamados a compartir eso al mundo: “El amor de Dios nos hace felices y llena nuestro corazones, es sanador y además es eterno”, ha explicado. En este último tiempo, Juan tiene la impresión de que Jesús ha querido salir “de los sagrarios y acercarse al mundo” porque ve más adoraciones eucarísticas. “Creo que nos está diciendo que también quiere salir de nuestros corazones donde a veces le tenemos encerrado para nosotros mismos”, concluye.