Galardón Alter Christus de Atención al Clero | Jacinto González: “Que se reconozca a los sacerdotes para glorificar el nombre de Jesucristo”
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- Galardones Alter Christus | “Si ponemos el primer anuncio de Jesucristo en el centro, todo lo que hacemos cambiará la Iglesia, nosotros cambiaremos, la gente cambiará”
- Mi “sí” a Cristo se fue afirmando cada día allí junto a mi director espiritual y un puñado de buenos amigos.
- La Liturgia de las horas es la oración que la Iglesia me ha confiado para mi bien y el de las personas que Dios ha puesto bajo mi pastoreo.
- El contacto y la dedicación a la vida consagrada comenzó muy pronto, pues desde el Seminario se nos inculcó el cariño por las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, cuyo carisma consiste en orar y entregar la vida (ser oblación) por la santidad de los sacerdotes.
Tiene 74 años y ha sido párroco en Camarma de Esteruelas y coadjutor en varias parroquias de Madrid y Alcalá. Es profesor de lengua y literatura siríacas en el instituto de Filología clásica y oriental “San Justino”, y especialmente significativo es que entre 1996 y 2006 fue director espiritual del seminario. En su biografía también cabe señalar que colabora en la atención espiritual de varias congregaciones religiosas, entre ellas, Iesu Communio, las Oblatas de Cristo Sacerdote, Alianza de Jesús por María y las Esclavas de Cristo Rey. Como formador espiritual de seminaristas nos explica su importancia: “Yo no digo que la formación espiritual sea la más importante (todas lo son), pero sí la que unifica, da sentido y plenifica a las demás”.
Siendo Usted el galardonado por “Atención al Clero y a la vida consagrada”, es pregunta obligada saber cómo se fue manifestando en Usted la vocación sacerdotal. ¿Recuerda el momento en el que le dio su “sí” a Cristo?
Mi primer sí a Cristo no lo di yo, sino que lo dieron por mí. Me explico. En lo que alcanzo a recordar, desde niño yo había deseado (tenía la ilusión de) ser sacerdote, pero mi padre, seguro que con buen criterio, me pidió esperar a ser mayor, cuando hubiera acabado el bachillerato. Pero Dios fue disponiendo las cosas a su modo.
Comencé el bachillerato y, a base de (muchos) trompicones, fui pasando los cursos, hasta que llegué a tercero, donde se cursaba la asignatura de dibujo lineal. A mí se me daba fatal. Me la suspendieron varias veces, aunque me pude matricular en cuarto curso, el último del bachillerato elemental, que con grandes esfuerzos logré terminar. Pero ¡seguía suspendiendo el dibujo de tercero! Si no recuerdo mal, ¡hasta seis veces! Viendo que aquello no tenía remedio, fue el momento en que mi padre, ¡bendito sea Dios!, me dijo algo así como: “Hijo mío, creo que ha llegado el momento de que vayas al Seminario”. Así que con 16 años ingresé en el Seminario Conciliar de Madrid, gracias al bendito dibujo. Mi “sí” a Cristo se fue afirmando cada día allí junto a mi director espiritual y un puñado de buenos amigos. Pero el sí que considero más decisivo y consciente se dio con la recepción de las órdenes de diaconado.
La formación de los seminaristas está articulada en torno a varios ejes: formación humana, intelectual, pastoral y espiritual
Un sacerdote que dedica especialmente tiempo a cuidar de otros sacerdotes y a los seminaristas en el campo espiritual, imagino que su oración tiene que ser muy especial e intensa. ¿Puede explicarnos cómo es un día normal de oración para usted?
La oración de mi día normal consiste en la oración de las horas litúrgicas: Oficio de lectura, Laudes, Hora intermedia, Vísperas y Completas, a las que procuro ser fiel, pues es la oración que la Iglesia me ha confiado para mi bien y el de las personas que Dios ha puesto bajo mi pastoreo. Además, mi oración se nutre del trato personal e íntimo con Cristo en la Eucaristía, con la lectura meditada y contemplada de la Palabra de Dios, el rezo del Santo Rosario, el Ángelus, la renovación de las promesas sacerdotales, la letanía a san José, la letanía nocturna al Sagrado Corazón, etc.
Durante muchos años mi vida espiritual se alimentaba con la revisión de vida y la oración con sacerdotes amigos; también con tandas de Ejercicios Espirituales y retiros.
La formación espiritual, ¿es la más importante para un seminarista? ¿Cómo se imparte esa formación?
La formación de los seminaristas está articulada en torno a varios ejes: formación humana, intelectual, pastoral y espiritual. Yo no digo que la formación espiritual sea la más importante (todas lo son), pero sí la que unifica, da sentido y plenifica a las demás. También es quizás la que personaliza más la formación del seminarista. La formación espiritual se lleva a cabo a través de la dirección espiritual, pero también mediante las charlas de formación, los retiros, los Ejercicios Espirituales, con la lectura de literatura espiritual, etc.
Al hablar de seminarios, es difícil no preguntar acerca de la escasez de vocaciones. ¿Qué es lo que sucede? ¿Dios llama menos? ¿Nos falta pedir al Señor que nos envíe más obreros a la mies?
La falta de vocaciones no creo que se deba a que Dios llame menos, sino a que en nuestros tiempos hay demasiados ruidos para escuchar su voz, que es fuerte, pero suave, un susurro. Como la brisa que percibió el profeta Elías. Aunque Dios sigue llamando a los que quiere, quizás haya que pedir con más insistencia que el Señor envíe obreros (yo lo hago todos los días).
En cualquier caso, san Juan Pablo II y Benedicto XVI repetían que no había que preocuparse tanto por la cantidad sino por la calidad y santidad de los sacerdotes.
La falta de vocaciones no creo que se deba a que Dios llame menos, sino a que hay demasiados ruidos para escuchar su voz. En cualquier caso, Juan Pablo II y Benedicto XVI repetían que no había que preocuparse tanto por la cantidad sino por la calidad y santidad de los sacerdotes.
Ha sido profesor de Siríaco y de Hebreo. ¿Cómo nació esa inquietud por las Sagradas Escrituras?
Mi vocación por el estudio de la Sagrada Escritura brotó por el contacto contagioso con dos grandes exegetas, ya fallecidos, don Mariano Herranz y don Ángel Garrido. Su amor a la Sagrada Escritura y los trabajos que publicaban me fascinaron. Junto a ellos, y con sus enseñanzas, nació un grupo de alumnos, la llamada “Escuela de Madrid”, que continuamos sus estudios en el campo del substrato arameo del Nuevo Testamento. Mi interés por el siríaco y los textos de los santos Padres nacieron junto a don Javier Martínez, arzobispo emérito de Granada.
Y también colabora en la formación espiritual de algunas congregaciones religiosas femeninas. ¿En qué consiste su colaboración con ellas?
El contacto y la dedicación a la vida consagrada comenzó muy pronto, pues desde el Seminario se nos inculcó el cariño por las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, cuyo carisma consiste en orar y entregar la vida (ser oblación) por la santidad de los sacerdotes.
En mis años de sacerdocio, Dios me ha bendecido con el don de varias vocaciones sacerdotales y otras tantas de vida consagrada. Eso ha permitido que haya desarrollado una sensibilidad especial por la vida consagrada, cosa que agradezco mucho a Dios. En la actualidad colaboro como confesor de las Hermanas de Iesu Communio, a las que conocí cuando eran Clarisas en Lerma, y como el encargado de los retiros espirituales de las Aliadas (Alianza de Jesús por María).
¿Puede recomendarnos algún libro, alguna película, una canción… que nos ayude a profundizar en nuestra vida espiritual?
- Un libro: Las confesiones, de san Agustín.
- Una película: Balarrasa.
- Una canción: Il disegno, de Alberto Marani.
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