- Vídeo íntegro de los VIII Galardones Alter Christus 2021
- Fotogalería de los VIII Galardones Alter Christus 2021
- “La labor de un capellán en el hospital es ser presencia samaritana en nombre de Cristo y de la Iglesia”
- “La pandemia nos ha ayudado a ver los sacramentos como encuentros necesarios para creer y ver; la caridad como expresión de la fe en la vía publica sin protagonismos”
En esta entrevista, don Benito nos comparte cómo experimentó esta llamada a vivir junto a los enfermos: “En la oración de la mañana sentí que era una solución quedarme para que los capellanes no se contagiaran al mismo tiempo, alguno ya es mayor, otros viven con sus padres”. También habla sobre qué nos ha enseñado la pandemia a los ojos de la fe.
¿Cómo sintió la llamada a esta misión en los hospitales?
Estoy contento de ser sacerdote. No busco lugar ni cargo, pero es una responsabilidad estar atento a la voluntad de Dios. Recuerdo que llevaba casi siete años de párroco, y al mismo tiempo un año de director espiritual del Seminario menor, cuando el obispo me pidió que asumiera ser capellán por dos meses para cumplir con el Convenio, pues uno se daba de baja. Y de dos meses a 20 años cubriendo un servicio de una vacante. Unos años después de ser nombrado coordinador del servicio religioso y los últimos siete sigo también como delegado diocesano de la Pastoral de la Salud. Siempre fui párroco. Una vez que asumes el envío, te vas preparando mejor y aprendiendo de otros a responder más y mejor servicio.
¿Por qué decidió quedarse las 24 horas en el hospital durante la pandemia?
Cuando el Gobierno decidió el Estado de alarma, ese viernes me tocaba entrar de guardia en el hospital. En la oración de la mañana sentí que era una solución quedarme para que los capellanes no se contagiaran al mismo tiempo, alguno ya es mayor, otros viven con sus padres. Por tanto, sentí tanta paz y confianza que le escribí un mensaje a todos y que no se preocuparan de mí, que rezaran y guardemos las medidas sanitarias. Cuando también le informé al obispo le dije que me quedaba en el campo de batalla, no tenía nada que perder, y ojalá mi ofrenda diera frutos de más vocaciones, que me encomendara a las oraciones porque no soy tan bueno y quiero ir al cielo, que no está vacío. Que dejaba los libros parroquiales al día, las cuentas aprobadas y los inventarios. No recuerdo lo que me dijo el obispo, acabé llorando, estaba emocionado porque sentía mucha paz interior, un privilegiado…. Pasado un tiempo buscaba un sacerdote, esperaba que alguno ingresara por otro motivo para compartir y confesarme.
La pandemia nos ha ayudado a recuperar una visión providencial: todo es gracia, no estamos solos, sin el Señor poco podemos.
En medio del dolor y desconcierto, ¿qué palabras transmitía a los pacientes y al personal sanitario?
¿Palabras? Muchas. Soy charlatán y con humor quería despistar para sacar hierro al asunto… evitaba decir ánimo sin verdad, me gustaba la letra de la canción resistiré, recordaba textos bíblicos de la liturgia diaria… Pero la palabra más valiosa era la que no decía: mi alegría serena, confianza en Dios y la ayuda de la Virgen… Me veían en todos los pasillos, iba a las zonas COVID a rezar en la puerta, buscaba enfermos no COVID… Me dolía cómo el miedo paralizaba y no solicitaban los servicios religiosos… Mi presencia ya era un mensaje claro: no estás solo, no tengas miedo, solo Dios basta.
¿Dónde pudo ver a Cristo durante ese tiempo?
En el silencio contemplativo delante del Sagrario. Fueron muchas horas, una tanda de ejercicios prolongados… organizarme, pues estaba convencido que no iba a salir del hospital, en el caos no puede estar Dios, mejor lograr un orden. Lo veía en los gestos de generosidad del personal a familiares y pacientes. Me sonaba a Evangelio vivido el observar a los administrativos e investigadores que seguían en sus laboratorios y puestos de atención al público sin público presencial y muchas llamadas de teléfono. Impresionaba mucho y eran vitamina F (fe) los encuentros con los creyentes coherentes, la paz y esperanza que transmitían celebrar con calma los sacramentos y la intercesión por otros. También en las conversaciones espontáneas, saludos diarios que creaban familiaridad, buen ambiente en el personal… me veían como el que estaba e, incluso, despertaba curiosidad por mi talante y ponían interés por mí si necesitaba cosas a nivel personal. Ubi caritas…
¿Cómo es la labor de un capellán en el hospital? ¿Por qué cree que es importante la presencia de este para los pacientes?
Es ser presencia samaritana en nombre de Cristo y de la Iglesia. El objetivo es conocer y tratar con escucha empática a las personas enfermas, familiares y sanitarios. Hacer presente y lograr familiaridad, confianza. Por eso empezamos la guardia poniendo en oración nuestra disponibilidad de servicio para escuchar, orar, celebrar la Eucaristía diaria y los sacramentos de la curación (Penitencia y Unción de enfermos), alguna vez bautizar a neonatos, hacer las visitas solicitadas y otras para presentar nuestro servicio de atención religiosa.
En el hospital estamos en contacto con los servicios sociales, además de presentes en encuentros formativos, despedidas de personal que se jubila y en las graduaciones de los MIR. Es importante la presencia porque es un derecho fundamental de los enfermos y personas impedidas, un derecho humano que se debe garantizar y facilitar a toda persona que lo demanda y al menos que se le ofrezca. En la soledad del hospital la cabeza anda más que los pies, y el corazón se inquieta buscando paz también para esta etapa final de esta vida. No importa la edad, sino la apertura al Espíritu. En España tenemos regulado este derecho-deber regulado en unos Convenios de trabajo asistencial religioso en cada Comunidad Autónoma. Insisto: es necesario que se demande y se denuncie cuando no se facilite este servicio.
Cuando informé al obispo, le dije que me quedaba en el campo de batalla. No tenía nada que perder, y ojalá mi ofrenda diera frutos de más vocaciones
¿Qué nos ha enseñado la pandemia para vivir nuestra fe?
Muchas cosas. Lo primero recuperar una visión providencial: todo es gracia, no estamos solos, sin el Señor poco podemos. ¿Dónde hemos dejado a Dios que ya no influye y configura el modo de actuar coherente? La soberbia es un camino de muerte. También nos ha enseñado a redescubrir la ley natural para vivir felices en un orden moral básico: un orden establecido por Dios que ahorra “que te quede mal cuerpo cuando actúas contra natura”.
Por supuesto, a valorar la familia y a cada uno de sus miembros cooperando a la buena convivencia cuidando los vínculos internos y los comunitarios. Nadie vive solo, nos necesitamos.
A esto hay que añadir el deseo de formarse más y leer para evitar fanatismos, supersticiones, ocurrencias pías. Hay que vivir de esperanza. No todo esta perdido, hay señales de algo grande en personas que han perseverado pasando de la queja al agradecimiento. Aprender orar orando en los límites.
y finalmente el retorno a la comunidad concreta buscando la Palabra como luz para las decisiones en el camino; los sacramentos vistos como encuentros necesarios para creer y ver; la caridad como expresión de la fe en la vía publica sin protagonismos.
Los jóvenes, usted que es delegado de juventud de la diócesis de Vigo, ¿qué lectura han sacado de la pandemia?
Fui delegado de juventud un tiempo, ahora no. Algunos jóvenes han desarrollado diversión alternativa al botellón: grupos de amistad y servicio a los demás. Otros se han mantenido en su individualismo hedonista y sin compromiso que no moderan sus pasiones de hacer la fiesta rompiendo las normas, no reconocen la autoridad policial ni sanitaria. Aumenta el vacío del alma por construirse la vida sin referencias que ayuden a madurar y responsabilizarse de su libertad en el actuar bien y mal asumiendo las consecuencias.
¿Nos puede recomendar un pasaje del Evangelio?
Recomiendo tres. Por un lado el buen samaritano: encontrarse de improvisto y reaccionar sin pasar de largo, la necesidad nos llama, exige una respuesta adecuada y generosa.
Por otro lado, la pasión según san Lucas: la que cuenta el dialogo con Dimas, invitando a a ser libre para optar por Cristo y gozar de su respuesta promesa.
Y finalmente el pasaje de Bartimeo que grita cada vez más fuerte por Jesús y los que le acompañan lo mandan callar e impiden acercarse, pero qué alegría da que escuchando a Jesús nosotros nos convertimos en puente, acercadores a Jesús y compartimos la gracia siempre nueva de seguirle en la vida.