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Galardón Alter Christus Pastoral Familiar | Don Julio Segurado: “La familia necesita de la parroquia como su hábitat donde crecer y desarrollarse”

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Don Julio Segurado ha recibido el galardón Alter Christus de Pastoral Familiar.

 

En 1993 fue ordenado sacerdote y desde entonces siempre ha trabajado en parroquias: Villacarrillo, Cristo Rey de Jaén, en Cazalilla y Espeluy, en Marmolejo… Y en 2008 fue trasladado a la parroquia de San Pedro Poveda, en Jaén, donde se desvive por las familias a través del trato personal, los “cursos para parejas”, los grupos Delta, el “Reloj de la familia”, talleres del perdón… convencido, como pide el Papa, que la parroquia es “una familia de familias” (Amoris laetitia 202). En esta entrevista, don Julio explica cómo formar esta familia de familias a través de la pastoral familiar que realiza en su parroquia. También, habla de la sociedad “líquida” que hoy acontece y que afecta a la vida familiar y de la parroquia y que, para ello “la familia y comunidad de fe deben volver a caminar juntas”.

 

 
¿Qué lecciones aprendió en su familia para llevar una parroquia y recibir un reconocimiento vinculado con la pastoral familiar?

En mi familia aprendí, en primer lugar, la naturalidad de la presencia de Dios. Mi padre participó en 1961 en un Cursillo de Cristiandad en Jaén y eso marcó su vida y la de toda nuestra familia. A pesar de sus muchos años de emigrante en Alemania, Holanda y muchos puntos de España, jamás titubeó su fe y el amor a su familia. Mi infancia fue la de un niño de familia numerosa, en la que se rezaba el rosario en familia, se participaba en la Misa dominical y se vivía muy de cerca la vida parroquial. De pequeño recuerdo que los diferentes párrocos visitaban nuestra casa y tenían siempre nuestra ayuda y colaboración en lo que necesitaran.

 

En conclusión, he descubierto que una fe profunda en el Señor no resta intensidad a la vida familiar, sino muy al contrario la potencia y centra. Y dado que la parroquia, en palabras de San Juan Pablo II, es “la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas” (ChL 26), creo que la familia necesita también de la parroquia como su hábitat donde crecer y desarrollarse de manera sana y consistente.

 
Citando la Amoris laetitia, usted ha comentado que la parroquia debe ser “una familia de familias”. ¿Cómo se vive esto en el día a día?

La vida de cualquier parroquia está transida de familias: la iniciación cristiana de los niños y de los jóvenes junto a la re-iniciación de los padres y madres es un eje importantísimo de la vida parroquial. Los sacramentos son celebraciones esencialmente familiares: el matrimonio de los esposos inicia una nueva familia; los bautismos, las Primeras Comuniones y las Confirmaciones de los hijos son celebraciones en familia, además de en comunidad; las Unciones de enfermos y las exequias son momentos de acompañamiento de las familias afectadas por el sufrimiento y la muerte. La vida de comunidad, el cuidado de las instalaciones, los servicios y ministerios de cada cristiano, y la financiación de todas las actividades pastorales tienen también aire familiar. Nuestras instalaciones son lugares sencillos y acogedores, donde todos, adultos y pequeños, vivimos como en nuestra segunda casa.

 

Don Julio Segurado, junto con Chemi Mohedano y su familia, laicos del Regnum Christi.
 
Usted ha recibido el galardón de pastoral familiar. Más allá del trabajo pastoral de una parroquia, ¿hay tiempo para un trabajo de pastoral familiar? ¿Son dos planos diferentes?

En nuestra Parroquia realizamos cursos específicos de pastoral familiar, como el Curso de parejas (para ayudar a cualquier pareja a fortalecer su relación) o el Reloj de la familia (una invitación a mirar nuestra familia de una forma nueva con los ojos Dios); y actividades expresas de pastoral familiar, como el Camino de Santiago en familia, la felicitación de Navidad en familia, conferencias sobre la familia… No obstante, creo que lo más original es que invitamos a las familias a iniciar un proceso de discipulado con diferentes etapas en el que vamos poco a poco poniendo a Cristo en el centro de nuestra vida… Aunque este proceso muchos lo realizan de manera individual, el ideal para nosotros es que los matrimonios puedan vivirlo en pareja. En este sentido, la pastoral familiar y la pastoral parroquial no son dos planos diferentes, sino dos realidades complementarias que se retroalimentan.

Cuando hay una verdadera comunidad cristiana, el párroco siente realizada plenamente su paternidad espiritual, viendo centenares de discípulos que comienzan a caminar tras los pasos de Jesús, el único Maestro.

 
¿Cuáles son los ejes principales que deben llevar la pastoral familiar hoy en día? ¿Y cuáles son las mayores carencias y virtudes que descubre usted en la familia a partir de su trabajo?

Coincido plenamente en las líneas marcadas por el Papa Francisco para la pastoral familiar. Es necesaria una pastoral de acogida, que no juzga a las personas, sino que las acepta y acompaña desde donde se encuentran a fin de ayudarles a madurar y dar lo mejor de sí. También, una pastoral centrada en el seguimiento de Jesús, pues sólo su Persona puede salvarnos, sin exigir esa salvación al otro cónyuge o menos aún esperarla de los hijos. Por otro lado, una pastoral sanadora, pues hay muchas personas heridas en nuestra sociedad y en nuestras propias familias. Y, por último, una pastoral en salida, abierta, creativa, que no crea “grupos estufa” de familias especiales, sino que está en el mundo y desde sus complejidades, por amor a Dios y a las personas, acompaña, ayuda a enjugar las lágrimas y ofrece horizontes de esperanza.

 

Las mayores carencias que percibo en las familias actuales son la falta de diálogo, agravada sobre todo por el uso abusivo de las redes sociales y de los smartphones; la falta de tiempo compartido en familia; el sobreproteccionismo de los hijos; la incapacidad para afrontar los problemas y las crisis que van surgiendo; la falta de valores, y en particular, la falta de fe, de espiritualidad y de horizonte trascendente; esto sin mencionar problemas mayores como los abusos, las rupturas de tantas familias, etc.

Es necesaria una pastoral de acogida, que no juzga a las personas, sino que las acepta y acompaña desde donde se encuentran a fin de ayudarles a madurar y dar lo mejor de sí.

En cuanto a las virtudes, suscribo plenamente las palabras del Papa Francisco cuando nos daba la clave de lectura de Amoris laetitia: “Espero que cada uno, a través de la lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias, porque ellas no son un problema, son principalmente una oportunidad” (AL 7). Durante años juzgué con dureza la familia, hasta que descubrí que las familias no son el problema; el problema es la cultura actual que en muchos aspectos altera y enferma a las personas. Por el contrario, como dice el Papa, las familias “son principalmente una oportunidad”, es decir, la solución; eso sí, siempre que no caminen por libre ni se separen de la comunidad parroquial en toda su riqueza (evangelización, discipulado, adoración, sacramentos, fraternidad, servicio, caridad, misión…).

 

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Don Julio, con familias de su parroquia
 
En su parroquia ha puesto en marcha “cursos para parejas”, grupos Delta, el “Reloj de la familia”, talleres del perdón… ¿Nos puede describir sintéticamente en qué consisten y como apoyan la pastoral familiar?

En nuestra Parroquia el eje central lo constituye la pastoral de procesos. Cada año realizamos el primer anuncio con el Curso Alpha, en el que anunciamos el kerygma de Jesucristo e invitamos a la conversión. A los que son tocados por el Señor, les ofrecemos seguir creciendo en un discipulado que hemos creado y al que llamamos Delta (unos dos años centrados en el seguimiento de Jesús) y Kappa (un año más de lectio divina). Este proceso desemboca en los grupos de Acción Católica donde invitamos a las personas a la acción: misión, servicio, caridad, compromiso…

 

El Curso para parejas es una serie de sesiones semanales, diseñadas para ayudar a cualquier pareja a fortalecer su relación o superar retos específicos que están afrontando. Aunque se basa en principios cristianos, el curso está diseñado para cualquier pareja, tanto si tienen fe como si no, o si están casados o viven juntos. Las sesiones abarcan siete temas prácticos: fortalecer la conexión, el arte de la comunicación, resolver conflictos, el poder del perdón, el impacto de la familia, la vida sexual plena, los “lenguajes de amor”…

 

El Reloj de la familia es una herramienta para impulsar el proyecto de cada familia, en cualquier circunstancia en la que se encuentre. Tener un proyecto de familia es muy útil para la convivencia, para superar dificultades y para mejorar continuamente. El Reloj de la Familia proporciona a parejas y familias un cómo, un cuándo y un dónde realizar y revisar su proyecto de familia.

 

El Curso del Perdón es un Camino espiritual que nos ayuda a afrontar los conflictos provocados por las heridas sufridas y las respuestas inadecuadas que han intoxicado nuestra alma con pensamientos y sentimientos negativos, que nos roban la paz y nos impiden pasar página y seguir viviendo y creciendo… En este camino de perdón se anima a hacerse consciente de las heridas y a compartir con Jesucristo los recuerdos dolorosos para llegar a comprender el sentido del dolor; además se trabaja la comprensión y la compasión hacia el agresor, y se invita a ver las lecciones que nos deja el perdón.

 

Todos estos cursos son gratuitos e impartidos por laicos o laicas de la comunidad, y por matrimonios de la Parroquia, acompañados y coordinados por el párroco, excepto el Camino del Perdón que lo imparte sólo el párroco.

 

 
Sus parroquianos fueron justamente los que propusieron su candidatura a los galardones. ¿Cómo valora esto?

Me siento muy querido y sostenido por una gran cantidad de feligreses de la Parroquia de San Pedro Poveda. La relación de un párroco con su parroquia tiene mucho de esponsal y ese es el sentido principal de nuestro celibato: dedicar todo nuestro corazón y nuestras fuerzas a Dios, dando la vida por nuestra comunidad parroquial. Además, cuando hay una verdadera comunidad cristiana, el párroco siente realizada plenamente su paternidad espiritual, viendo centenares de discípulos que comienzan a caminar tras los pasos de Jesús, el único Maestro.

 

¿Nos puede dar un consejo a los laicos para vivir bien la vida matrimonial?

El primero es poner a Dios en el centro. Todo depende de la perspectiva y de la mirada con la que nos acercamos a la realidad. Y poder mirar la vida, la familia, al cónyuge y a los hijos con los ojos de Dios es una gozada y una belleza indescriptible porque Su mirada es sobrenatural y sanadora. El segundo es poner pasión en la entrega y salir de la rutina, sabiendo que cuando se ama y entrega la vida por la familia (los más próximos) se está amando a Dios; y cuando se ama y se da la vida por Dios, se está amando a la familia.

 

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Don Julio Segurado con niños de Primera Comunion y sus familias
 
¿Y nos recomienda un libro o una película que nos ayude como matrimonio y familia?

Un libro para leer en familia es sin duda la Sagrada Escritura cuyas historias familiares han moldeado y educado a millones de familias creyentes a lo largo de la historia. Como dice el Papa Francisco: “La Biblia está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares, desde la primera página, donde entra en escena la familia de Adán y Eva […] hasta la última página donde aparecen las bodas de la Esposa y del Cordero…” (AL 8). La historia de Abraham y Sara, de Isaac y Rebeca, de Jacob y Raquel y muchas otras, con sus alegrías y penas, sus luchas y esperanzas, son historias preciosas y alentadoras para cualquier familia.

 

Pensando en los adultos los animaría a una lectura pausada y, si es posible, comunitaria de la Exhortación postsinodal Amoris Laetitia sobre el amor en la familia, en este “Año de la Familia Amoris Laetitia”. Creo que aquí están las claves de la visión católica actual de la familia en todas sus complejidades, riquezas y oportunidades.

Poder mirar la vida, la familia, al cónyuge y a los hijos con los ojos de Dios es una gozada y una belleza indescriptible porque Su mirada es sobrenatural y sanadora

¿Alguna idea que quiera añadir sobre la familia y la parroquia?

Hace unos años me impactó el libro de la ensayista Mary Eberstadt, ¿Cómo el Mundo Occidental perdió realmente a Dios? La tesis de la autora es que “familia y fe son la invisible doble hélice de la sociedad –un paralelismo literario con la doble hélice del ADN- dos espirales que, unidas, pueden reproducirse de manera efectiva, pero cuya fuerza y en cuyo impulso dependen la una de la otra”. Lo que la autora defiende es la idea de que el declive de la familia no se debe solo, o principalmente, al declive de la fe, sino que es así mismo, en el propio declive de la familia, en su crisis, donde debe buscarse la causa de la secularización de Occidente.

 

Recientemente las “Orientaciones pastorales y líneas de acción para la Conferencia Episcopal Española (2021-25)” han coincidido en el análisis de que la crisis de la familia en nuestra sociedad occidental y la creciente secularización se apoyan la una a la otra. Creo sinceramente que la doble hélice de la vida familiar y comunitaria que la Iglesia propone y realiza es el antídoto y la respuesta a una sociedad líquida y voluble, donde reina la desvinculación y la desconfianza, la fragmentación de las vidas y la precariedad de los vínculos humanos, el individualismo y el enfrentamiento… Pero para ello familia y comunidad de fe deben volver a caminar juntas.

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