- Atendimos un gimnasio de refugiados, pues son muchos los que de zonas en conflicto han llegado a estas regiones.
- Casi todas las familias tienen a alguien en el frente
- Consideran un milagro de Dios haber resistido y frenado hasta ahora toda la invasión rusa.
Al frente de Interecclesias, un año más, ha estado el P. Arturo Díaz, L.C., que además es el capellán del Monasterio carmelita de la Encarnación, en Ávila. Él, con once jóvenes procedentes de Ávila, Madrid, Barcelona, Bilbao, Pamplona y Salamanca, pusieron rumbo a la parroquia católica de Uzhgorod, en Ucrania, para llevar en tres furgonetas, una grande de carga, no solo ayuda material, sino también afecto y presencia: “La gente en Ucrania vive en la tensión de un conflicto, donde en cualquier momento puede llegar una bomba y pueden aparecer los tanques rusos”, nos explica el P. Arturo, consciente de los riesgos que puede tener un apostolado como este.
¿Cómo nació la idea de ir a Ucrania?
En el monasterio de la Encarnación en Ávila, hay una carmelita que tiene una hermana viviendo desde hace 12 años en Kiev en el programa que tiene el Camino Neocatecumenal llamado “Familias en misión”. Con el estallido de la guerra tuvieron una reunión familiar, pues son 12 hijos y el matrimonio, y decidieron quedarse. Consideraron que si habían llegado a Ucrania para servir y ayudar, ahora era el momento y no podían dejar a la gente y a la comunidad. Decisión muy heroica y meritoria.
Con ellos siempre hemos mantenido contacto y hemos mandamos ayuda. Al igual que otras familias, ellos fueron trasladados a la región de los Cárpatos, en la ciudad de Uzhgorod. Con ellos acordamos que en verano no solo mandaríamos ayuda, sino que también iríamos, como así ha sido.
¿En qué han colaborado ustedes?
La familia en Ucrania nos fue pasando un listado de necesidades. Estas fueron hechas por parroquias, seminarios y comunidades. Las listas se salían de lo típico que muchos piensan, pues pedían cosas de liturgia que también se acaban y en tiempo de guerra escasean: vino para misa, formas, carbones para incienso, velas, purificadores… En ese ámbito litúrgico también llevamos ornamentos, cálices, copones, vinajeras, custodias… Incluso una paellera grande para 40 personas, pues el cocinero ucraniano de una casa de retiros había aprendido a hacer paellas y en tiempo de guerra es una comida que puede rendir para muchos.
Además de todos estos listados en los que se incluía elementos farmacéutico, higiene, limpieza, ropa… una de las cosas que más pudimos percibir y que nos manifestaron es el valorar nuestra presencia, incluso más que las cosas que les llevamos.
¿Además en qué otras actividades han participado?
Atendimos un gimnasio de refugiados, pues son muchos los que de zonas en conflicto han llegado a estas regiones. Estuvimos y ayudamos al sacerdote director de Caritas. Participamos de la vida de algunas parroquias. Compartimos tiempo con el director de la pastoral vocacional y los jóvenes que con él trabajan. Todos ellos nos llenaron de iniciativas que tienen y necesidades.
¿Cómo vive la gente en esta zona de Ucrania?
La gente en Ucrania vive en la tensión de un conflicto, donde en cualquier momento puede llegar una bomba y pueden aparecer los tanques rusos. Esto se denota en los rostros. Además, casi todas las familias tienen alguien en el frente, lo que crea una preocupación constante de la noticia que puede llegar. La ciudad en la que estuvimos estaba llena de carteles publicitarios alentando a las tropas ucranianas, dando gracias a Dios por la resistencia y el vivir de cada día.
¿Cómo es la fe de estos católicos siendo ellos una minoría en el país?
Ucrania es una nación muy religiosa. Vimos las iglesias llenas los domingos. Podríamos decir que un 60% son ortodoxos y un 40% católicos. Los católicos en su mayoría son de rito bizantino, por lo que las celebraciones son muy ricas en canto, incienso, bendiciones, iconos y duran más que las nuestras.
¿Qué nos enseñan desde aquellas tierras a los católicos españoles?
Recorrimos 6.000 km en ida y vuelta. Fueron muchas horas de furgoneta para hablar, rezar y reír. Se habló mucho en el regreso de todo lo vivido. Se destacó la fe de este pueblo, su amor a la patria, su capacidad de sacrificio. Algo que muchos nos contaron es que consideran un milagro de Dios haber resistido y frenado hasta ahora toda la invasión rusa. Llegamos felices de haber logrado esta misión de ayuda, dura pero muy reconfortante.