Misiones de Semana Santa | Don Jorge, párroco de Braojos: “Que sepan estas familias que Dios les da la oportunidad de vivir el triduo en la periferia, con los últimos”
LomásRC
- Creo que para los misioneros esta experiencia es una gran ayuda a la hora de vivir su fe y entenderla como donación hacia los otros.
- Los parroquianos felices y contentos, ya me estaban preguntando si este año podríamos contar con ellos.
- Los frutos se ven poco a poco. Pero sí es cierto que el recuerdo de la experiencia misionera está presente muchas veces a lo largo del año.
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Desde su experiencia como párroco de esta zona de la Sierra, don Jorge nos explica que vivir la Semana Santa en estos pueblos es un “privilegio”. Ahora que constantemente se habla de la opción por los pobres, la Iglesia en salida, la Iglesia de las periferias, “que sepan estas familias que Dios les da la oportunidad de vivir el triduo pascual en la periferia, con los últimos, de salir de la comodidad de su hogar para alojarse en una enorme casa parroquial con muchas limitaciones, y estar con otros pobres, que si bien no pasan hambre, si sienten hambre de comunidad, de acogida, de cercanía”.
Una Semana Santa más, Familia Misionera acudirá a su parroquia, ¿cuáles son las tareas que usted les encarga?
La primera y principal, la presencia, que pongan vida a unas parroquias que, sobre todo en La Serna y Piñuécar, tienen muy poca asistencia de fieles.
Las familias que acuden se suelen repartir entre las tres parroquias y en ellas, respetando las costumbres y la forma de colaborar de cada feligresía, ayudan en la liturgia con lecturas, cantos, monaguillos, se encargan de algunas celebraciones como la hora santa, tiempo de adoración o viacrucis.
¿Qué aportan de novedoso estas familias a la vida parroquial?
Aportan, sobre todo, vida. Simplemente verlos aparecer por los pueblos, con sus pañuelos, los niños, la alegría ya es todo un canto al optimismo y a la vitalidad de la fe. Nuestros pueblos, pequeños y envejecidos, agradecen esa frescura y también para ellos es una motivación más.
Nuestros pueblos, pequeños y envejecidos, agradecen esa frescura y también para ellos es una motivación más.
Y al revés, ¿cuál es la experiencia que viven las familias al hacer misiones en localidades como Braojos? ¿Es verdad aquello de que ‘se recibe más de lo que se da’?
Mi experiencia del pasado año fue muy positiva. He visto a las familias que han acudido a la misión con mucha alegría, una convivencia fantástica, un entrar a fondo en las celebraciones. Creo que para ellos es una gran ayuda a la hora de vivir su fe y entenderla como donación hacia los otros.
Creo que para ellos es una gran ayuda a la hora de vivir su fe y entenderla como donación hacia los otros.
¿Cómo les ven sus parroquianos?
Los parroquianos felices y contentos, ya me estaban preguntando si este año podríamos contar con ellos. Agradecen tener gente en las celebraciones y, sobre todo, ver a los niños y jóvenes.
La vida parroquial el resto del año, ¿es más animada, se sienten algunos frutos?
No es fácil. Los frutos se ven poco a poco. Pero sí es cierto que el recuerdo de la experiencia misionera está presente muchas veces a lo largo del año.
Los frutos se ven poco a poco.
¿Cómo se organizaría si no llegasen las familias a echar una manita en Semana Santa?
Malamente… Son tres parroquias, y aunque en una de ellas cuento con un sacerdote que lleva colaborando años con nosotros, dos parroquias para un sacerdote, todo el triduo pascual y prácticamente sin colaboradores, no es que sea agotador, que sería lo de menos, es que muchas cosas se convierten en imposibles simplemente por limitaciones de tiempo.
Atender tres parroquias todo el triduo pascual es imposible por limitaciones de tiempo.
¿Qué les diría a las familias para que se animaran a ir de misiones?
Les diría que pueden tener el privilegio de vivir el triduo pascual de verdad con los últimos. Ahora que constantemente se nos habla de la opción por los pobres, la Iglesia en salida, la Iglesia de las periferias, que sepan que Dios les da la oportunidad de vivir el triduo pascual en la periferia, de salir de la comodidad de su hogar para alojarse en una enorme casa parroquial con muchas limitaciones, y estar con otros pobres, que si bien no pasan hambre, si sienten hambre de comunidad, de acogida, de cercanía. Les diría que es un privilegio estar con los últimos en un Madrid que va más allá de la M-40 y que se extiende un una Sierra Norte donde aún quedan pueblos que no llegan ni a los cien habitantes. Ahí en medio viviremos la Pascua del Señor.
Pueden tener el privilegio de vivir el triduo pascual de verdad con los últimos.
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