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Myriam, de Palma de Mallorca: “Consagrarme al Sagrado Corazón supone poner toda mi vida bajo su amparo y protección”

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Hoy hablamos con Myriam Ballesteros porque, hace poco más de una semana, 12 familias de Mallorca se han consagrado al Sagrado Corazón.

Ella es responsable de este apostolado en Palma. Es profesora de secundaria en un colegio de la diócesis, imparte clases de religión y de emprendimiento empresarial, y si hay algo que lleva con orgullo es ser madre de un seminarista legionario de Cristo.

 

Sobre la consagración de estas familias nos ha contado que ha sido justamente unos días antes de que se decretara el estado de alarma y tuviéramos que quedarnos en casa. “¿Casualidad?”, se pregunta ella y responde: “Evidentemente no: fue la Providencia. El Sagrado Corazón quería estar con estas familias y ahí está reinando y protegiendo sus hogares”. Si quieres más información sobre este apostolado, entra en este enlace.

 

¿Cómo nació esta inquietud de consagrar tu familia al Sagrado Corazón?

La verdad es que el recuerdo que yo tenía del Sagrado Corazón era de casa de mis abuelos en Córdoba: tenían una figura en la entrada de su casa, como era bastante habitual en tantos hogares.

 

En casa de mis padres, aunque eran católicos, nunca hubo ninguna imagen, ni devoción particular al Sagrado Corazón. Esta inquietud surgió sinceramente de una forma inesperada: el P. Jorge Ranninger, L.C., me propuso iniciar el apostolado del Sagrado Corazón para vivir en familia en Palma. Nos explicó a mi marido y a mí en qué consistía y me dejó para que me lo pensara.

 

La verdad es que estaba dudosa, no había oído hablar del Sagrado Corazón en Palma, me parecía que no me iba resultar sencillo acercar a las familias. Pero ahí estaba mi error y mi torpeza, no era yo la que iba a desempeñar ese apostolado, sino el mismo Jesucristo. Fui dándome cuenta de que yo solo soy un simple instrumento en sus manos. A partir de ese momento, el Sagrado Corazón se fue manifestando de muchas formas y en muchos lugares. Iglesias en las que ya había entrado veía la figura del Sagrado Corazón y antes ni le había prestado atención, la parroquia donde bautizamos a mi hija en Pamplona, no me había fijado nunca, se llama la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, y así en muchos lugares. Poco a poco, el Sagrado Corazón me fue haciendo ver que me estaba llamando y vi claro el deseo de corresponderle a su amor, acercándolo a otras familias.

 

¿Hay alguna tradición especial al Sagrado Corazón en Mallorca?

Contrariamente a lo que yo me imaginaba, quizá, por no ser de familia mallorquina, al hablar de este precioso apostolado, muchas personas, la mayoría de edad avanzada, me han comentado lo habitual que era tener en sus casas una figura, en las puertas una placa y conocían los detentes. Muchos incluso todavía los conservan.

 

¿Qué supone para ti consagrarte al Sagrado Corazón?

Para mí consagrarme al Sagrado Corazón supone poner toda mi vida, mi persona, mi familia, mi trabajo bajo su amparo y protección, sabiendo que Él nos acompaña, nos protege y nos ama como nadie. Consagrarme me supone intentar corresponderle, amando a los que me rodean, confiar en Él, en su amor y su perdón, sabiendo que le fallaré, pero que estará ahí para que me levante y para darme el abrazo de Padre. En definitiva que reine en mi vida, que sea el centro de mi existir.

 

¿Qué va a suponer esto en vuestra vida diaria familiar?

Yo creo que va a servir para sentirnos más unidos, más en paz, a pesar de que seguirá habiendo alguna discusión que otra. Pienso que va a ayudar a tener una presencia del Señor más diaria y más real. Por ejemplo, ahora con la situación de confinamiento que estamos viviendo, le encendemos una vela para notar su presencia y su protección.

 

Otro ejemplo, la figura, que no deja de ser una figura, pero nos recuerda la presencia del Cristo, la tenemos puesta en la entrada de casa y yo procuro, cuando no voy con prisas, despedirme cuando salgo de casa, ofrecerle el día y saludarle cuando regreso del trabajo, darle gracias por el día, pedirle por algo que me preocupa o agradecerle algo que me haya ocurrido. En definitiva que sea uno más de la familia, o quizás diría nuestro Huésped de Honor.

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